Por: Waleska P. Vásquez (*)
Hoy recordé lo importante que se vuelve en nuestro pequeño mundo esos pequeños seres que aparecen desde la infancia, algunos se quedan y te acompañan hasta el final, otros a veces por diversos motivos te dejan a mitad del camino pero dejan su imborrable huella dentro de tu alma, esos a los que solemos llamar: nuestros amigos.
Después de que por mi vida pasó un huracán, corroboré con mucha pena en el alma que tus amigos, esos que te ofrecen una amistad de calidad, no son necesariamente las personas que siempre te rodean cuando las cosas te salen bien, aquellos denominados sombras, que se quedan mientras dura el sol; sino que pueden ser aquellos de quienes nos alejamos porque siempre nos dijeron la verdad aunque fuese dolorosa, o los que por motivos de la vida se han alejado pero aún mantienen esa comunicación constante, o con los que basta encontrarse una vez al año para saber que, aunque el tiempo haya pasado, las memorias permanecen tan estables como ayer, junto a los juegos, las bromas, los apodos, los horarios de clase, en fin, esos amigos, que por ser tan buenos, no son muchos.
Hace unos tres años atrás pude presenciar lo que un verdadero lazo de amistad significa, y a propósito de los 48 años de creación del INC Nº 66, aprovecho para no sólo saludar a todos los egresados de dicha institución educativa, sino de manera muy especial a los integrantes de la promoción Daniel Alcides Carrión; los mismos que en el año 2009 tuvieron su primera reunión de rencuentro post egreso del colegio y post jurársela al auxiliar, al padre Miguel Azabache, al Profe Hubert León, al serio CPC Alfredo Yupanqui, y hasta a la señora que vendía los cachitos en la puerta, que no volverían ni de broma a esa cárcel.
Fue tan grato verlos juntos como si el tiempo hubiese abierto una pequeña grieta, en la que de manera increíble se iban destapando los recuerdos, las risas, los llantos, los te quiero hermano, los tu siempre me gustaste, acompañados de los típicos tú a mi no. Fue en ese momento cuando sonreí al ver a mi madre, integrante de dicha promoción y a quien desde sus épocas de colegio llaman con el mismo sobrenombre con el que ahora todos mis amigos se refieren a mi: LA NEGRA – tan feliz de encontrarse de nuevo con sus compañeros, y recordar entre risas sus aventuras con sus amigos de siempre, de las pruebas que daba el Pájaro dentro del Taburete, reírse a carcajadas al recordar la carrera de su compare Rodas (cumpita de David) sobre el arco del frontis del plantel, así como los gritos desesperados de sus compañeros ¡¡¡SE MATÒ EL MOTE!!!, quienes empezaron a buscarlo por el suelo para ver dónde estaba lo que quedó del Mote, sin darse cuenta que el gran saltarín estaba al lado suyo, también buscándose.
Realmente toda una hermandad, fue tan enternecedor verlos a todos marchando orgullosos llevando la banderola de su institución, formar en columna cubrir de la manera más ordenada que nunca hicieron en el colegio, razón por la que a más de uno de sus profesores se les cayeron las lágrimas y el cabello. Y no negaré que más de una lágrima inundó mis mejillas, cuando después de tantos años al rencontrarse todos se unieron en uno de esos abrazos que, como imagen se te quedan impresos en la retina.
Con el tiempo cada uno ha madurado para bien y han fortalecido todos aquellos valores con los que han crecido, es así que al rencontrarse han inundado el aire con una paz y tranquilidad digna de la mejor de las alegrías, como si sus cantos fueran una melodía, y como si cada uno de sus abrazos fueran el roce de los ángeles, esos ángeles que Dios nos pone en la tierra para protegernos, apoyarnos en los peores momentos y celebrar nuestros triunfos.
Puede que aún sea muy joven, pero me siento dichosa de haber podido palpar esa sensación de una buena amistad, de haber sido partícipe en la remembranza de las locas aventuras de Chiri, el tv a donde iban todos los cuadernos, la hilera de carpetas puestas una sobre otra cuya finalidad era impedir que el padre Azabache ingresara a dictar sus clases de religión, cuando para evitar dar examen de los cinco cursos que les dictaba el profesor Ramírez, decidieron solemnemente y a una sola voz TUMBAR EL TECHO DEL AULA; sin tomar en cuenta primero: que David y Paucar se quedaron encerrados en el aula y que, segundo: el mayor de sus miedos decidiría llevarlos al patio a tomarles dicho examen bajo la enmienda de CALLADITOS Y COLABORANDO.
Junto a esas memorias, recreé en mi mente cada momento con los compañeros de mi madre y cada situación vivida juntos en cada momento que denominaron suyo, que los unió y los convirtió en la promoción Daniel Alcides Carrión; gente que te marca y te ayuda a crecer, recuerdos imborrables de todos aquellos con los que compartimos parte de nuestra vida y que al recordarlos una sonrisa-lágrima viene a la mente.
A este punto, al borde del lagrimón, siento que más de un recuerdo ha reflorecido en mí, no quiero culminar este réquiem sin mencionar que ando escuchando una canción de Hoja de Parra, galardonado grupo peruano que en su primer disco incluyeron a la canción Rumbos, cuya letra quiero compartir y que va más o menos así:
“Y sé que algunos me dirán que al fin se acaba este tormento, pero nunca se olvidaran de las historias que vivieron, y aunque cada uno toma su rumbo ya nos veremos, que siga el mundo y entre sonrisas nos volveremos a encontrar… Son mis amigos son mis hermanos alcen sus vasos que ya nos vamos y no se olviden de cuando en cuando de regresar.”
Amigos, que les vaya bien en el rumbo que decidieron tomar… sólo me queda agradecerles por su apoyo incondicional, decirles que espero con ansias el próximo 22 de Octubre para volver a ser partícipe de tan conmovedor encuentro, hasta entonces, que Dios los bendiga.
(*) Hija de Dámaris Vásquez Saavedra, Ex alumna de la Promoción 1972. Instituto Nacional de Comercio Nº 66. Chepén.
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