Por: Nicanor Becerra Castañeda
Uno de los principales problemas del país es la corrupción, sistema nefasto de apropiación ilícita del patrimonio y los recursos públicos, por parte de autoridades y funcionarios, asociados con empresarios y profesionales, carentes de toda ética y principios. La corrupción, o la lucha contra la corrupción, fue la principal bandera política electoral del Presidente Humala; y transcurrido un año de su gobierno, la corrupción sigue avanzando y está más fuerte que nunca.
Y la corrupción crece a un ritmo geométrico, se expande, coordina, concerta, planifica y ejecuta, porque la corrupción está organizada, los corruptos están organizados: a nivel institucional, local, regional y nacional. La corrupción tiene cabeza, cuerpo, pies y tentáculos; la corrupción tiene jefes, socios, subalternos, operadores, defensores, padrinos y ahijados, en todos los rincones del país y en la mayoría de organismos públicos y poderes del Estado.
La corrupción es la madre de todo lo ilícito: la coima institucionalizada para obtener algún servicio, el asalto a las obras públicas en concursos amañados, los pésimos servicios públicos para los que no tienen dinero, el crecimiento de la delincuencia común, del tráficos de drogas, del narcoterrorismo; todas lacras que son hijos de la misma madre: La corrupción.
La corrupción, además de organizada, es homicida y mortal como el peor de los virus; la corrupción pisotea, envilece, destruye y liquida principios, ideales, sueños, normas y leyes; compra conciencias, otorga dádivas, vende ilusiones y cuando no puede, chantajea, extorsiona, atemoriza, difama y calumnia; y si no es suficiente: ahí están sus sicarios, para el homicidio vil y cobarde.
Pareciera que vivimos sometidos bajo el imperio de la corrupción, pero no olvidemos que los más grandes imperios dejaron de existir y hoy solo son polvo en el vasto territorio de la historia. La corrupción en el Perú debe ser frenada y desterrada, tarea casi imposible, si la colectividad no se une, denuncia y enfrenta, aún cuando ésta sea poderosa, cancerígena e impune. Todo tiene su tiempo, y es tiempo que la población diga BASTA YA a tanta corrupción.
Y la corrupción crece a un ritmo geométrico, se expande, coordina, concerta, planifica y ejecuta, porque la corrupción está organizada, los corruptos están organizados: a nivel institucional, local, regional y nacional. La corrupción tiene cabeza, cuerpo, pies y tentáculos; la corrupción tiene jefes, socios, subalternos, operadores, defensores, padrinos y ahijados, en todos los rincones del país y en la mayoría de organismos públicos y poderes del Estado.
La corrupción es la madre de todo lo ilícito: la coima institucionalizada para obtener algún servicio, el asalto a las obras públicas en concursos amañados, los pésimos servicios públicos para los que no tienen dinero, el crecimiento de la delincuencia común, del tráficos de drogas, del narcoterrorismo; todas lacras que son hijos de la misma madre: La corrupción.
La corrupción, además de organizada, es homicida y mortal como el peor de los virus; la corrupción pisotea, envilece, destruye y liquida principios, ideales, sueños, normas y leyes; compra conciencias, otorga dádivas, vende ilusiones y cuando no puede, chantajea, extorsiona, atemoriza, difama y calumnia; y si no es suficiente: ahí están sus sicarios, para el homicidio vil y cobarde.
Pareciera que vivimos sometidos bajo el imperio de la corrupción, pero no olvidemos que los más grandes imperios dejaron de existir y hoy solo son polvo en el vasto territorio de la historia. La corrupción en el Perú debe ser frenada y desterrada, tarea casi imposible, si la colectividad no se une, denuncia y enfrenta, aún cuando ésta sea poderosa, cancerígena e impune. Todo tiene su tiempo, y es tiempo que la población diga BASTA YA a tanta corrupción.
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