sábado, 24 de marzo de 2012

Testimonio: RETÁNDOLE AL CÁNCER

Por: Gladys Olórtegui Mariño (*)
Decidí  escribir ahora porque entiendo que son muchas las personas que deben estar pasando por una situación similar al que enfrenté; cuando creemos que todo se acaba y no hay más remedio que echarnos a llorar. Con mi testimonio pretendo hablarte a ti, y desde este espacio contagiarte mi entusiasmo y fortaleza, recordarte que ¡sí se puede vencer al cáncer!... si lo detectamos a tiempo.

Gudy, una entrañable amiga, me ha pedido testimoniar mi experiencia. Si lo hubiera hecho meses atrás, no sé cuál hubiera sido mi respuesta. Agradezco su gesto y me dispongo a escribir (admito que no es fácil). No sé cómo empezar.   Comienzo confesando que una vez mi hermana Rufa, en medio de quimios y radioterapias me instaba  hacerlo; pero en esas circunstancias no habían ganas para nada y menos para eso.

Me asaltan las dudas ¿y a quién le interesa mi problema?, de pronto se viene a mi mente una imagen que no puedo olvidar: el llanto inconsolable de una joven mujer que en brazos de su marido le confiesa el diagnóstico del médico… tiene cáncer.

Ocurrió hace poco, en el Hospital Edgardo Rebagliati en mi reciente visita a la oncóloga, como de costumbre luego de sacar cita esperaba mi turno, pero por problemas que siempre suceden no encontraban mi historia, entonces me acerqué a la puerta del consultorio para indagar qué sucedía y la Dra. Gabriela Ferrel -así se llama mi médico- siempre atenta y considerada me invitó a pasar y   me atendió con los exámenes que se encontraban en su escritorio. Salí risueña y  contenta porque no tendría que hacer la inmensa cola que se suele esperar, pero de pronto tropecé con la angustiada pareja protagonizando el cuadro de dolor. Fue cuando mi hermana Flor (que me acompañó ese día) les dijo esperanzadoramente: Ella es Gladys, mi hermana que está superando el cáncer. Como la ven, ahora está radiante. Todo pasa, señora, todo pasa.

Evoqué entonces lo que sucedió hace dos años, el día que me comunicaron que tenía cáncer a la mama. Hubo un remezón en la familia, mucha tristeza y llanto. Era increíble que una mujer que aparentaba buena salud pudiera ser víctima de la casi mortal enfermedad. A la fecha he superado la operación y las secuelas de la quimioterapia y radioterapia; me ha crecido el cabello, por ejemplo.

Muchos me preguntan ¿cómo es la quimioterapia?, ¿es verdad que en unos días de colocada se te cae el cabello? ¿Es doloroso? Claro, explicarlo en una hoja de papel es imposible. Considero que tiene mucho que ver el organismo. Uno es distinto del otro. En mi caso sí fue devastador, una bomba al estómago, ya que venía de una úlcera al duodeno, no me lo dijeron los médicos que me atendían en emergencia luego de las quimioterapias, pero supongo que influyó también. El malestar general además de los vómitos.

La impresión de la primera quimioterapia es cuándo se cae el cabello. Es inevitable averiguar entre paciente y paciente o por internet, claro ya me lo habían advertido. Quinto día nada, sexto, décimo día, fue allí cuando mi hermosa y engreída cabellera empezó a caer, no pude evitarlo, lloré desconsoladamente por una parte de mi cuerpo que dibujaba mi rostro. Pero allí estaba Maritza (mi gemela) quien compungida se acercó y me preguntó si quería que me acompañe a la peluquería. Asentí, llegamos a la peluquería de Bertha, no teníamos remedio y tuve que contárselo porque conocía de mi candidez por mi cabello ya que muchas veces me había atendido. Fue muy gentil al cerrar la puerta de su establecimiento. Entre corte y corte me contaba historias similares a la mía, ya tenía experiencia.   Verá que crecerá una mejor y hermosa cabellera, el tiempo pasa me consolaba al tiempo de raparme el cabello.

¿Y ahora qué?, ¿Cómo llegar a casa? Allí me esperaba mi sobrina, una hermosa y vivaz niña de seis años, que inevitablemente nos inquiriría por mi obligada calvicie. Tuvimos que decírselo; no sé si entendió, pero fue una extraordinaria compañía y alegría que disipó mis tristezas de esos aciagos días.

Compré dos pelucas, qué ilusa pensaba usarla; pero no lo hice más que sólo un par de veces, me arreglé con unas coloridas mantitas que mis hermanas me regalaban. Transcurrieron 9 meses … retorné al trabajo tras concluir con las 16 quimioterapias y las 76 sesiones de radioterapia, con la cabellera cortita, subidita de peso y mucha angustia como si acudiría a mi trabajo por primera vez. Pero el cariño de mis compañeros de trabajo que a través del teléfono y el correo electrónico me hacían llegar me animó a enfrentar el temor y por supuesto la calidez y ternura de mi hermana Rufa hizo que perdiera el miedo al primer día de reinicio de mis labores. Apenas crucé la puerta de la institución que tanto quiero, mis entrañables amigos y algunas integrantes del sindicato me llenaron de abrazos y palabras amables. Mi renovada gratitud a ellos.

Un año después de aquél retorno, prosigo estas líneas más tranquila, más serena y arribo a dos conclusiones en relación al cáncer: 1) Esta enfermedad no es sinónimo de muerte si se acude oportunamente a las detecciones del médico y 2). La mejor terapia para un paciente con cáncer es el afecto y comprensión del entorno familiar. Entendiendo muchas cosas aún. Por ejemplo, ha cambiado mi opinión respecto a la belleza y a la imagen; además de comprender que no hay que ocultarla (no hay razón para hacerlo) y hacer una vida normal; claro está, sin excesos.

Me siento mucho mejor, veo mi futuro con una vida sin cáncer. Me siento afortunada. Tengo acceso al mejor hospital de la seguridad social del país, a los mejores médicos, a un trabajo que me permite continuar con el tratamiento, a mis padres, hermanos y sobrinos que conforman mi maravillosa familia que me apoyan, y a la información que necesito para entender mi padecimiento y su tratamiento como la oportunidad de llevar a cabo un programa para combatir esta enfermedad.

Tengo tanto que agradecerle al Señor.   Gracias Dios: por permitirme vivir un poquito más; por haberme dado la oportunidad de trabajar en un sector donde encuentro la comprensión y solidaridad de mis compañeros de trabajo, especialmente de sus directivos.

Que mi testimonio, sea un aliciente  para adquirir coraje entre quienes padecen el mal o tienen familiares con este problema.   Sepan que con la bendición del creador, detección y tratamiento oportuno, calor familiar y mentalidad positiva…. se reta y derrota al cáncer.
(*) Natural de Ancash, Licenciada en Periodismo, egresada de la Universidad Santiago Antúnez de Mayolo.

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