martes, 4 de junio de 2013

Novela LOS OLVIDOS ENCONTRADOS, de Juan Félix Cortés

JUAN FÉLIX CORTÉS ESPINOSA

CARLOS CARRIÓN
Por: Carlos Carrión - Escritor Ecuatoriano

Denomino con este título de Marcel Proust a mi lectura de la novela del peruano Juan Félix Cortés, “Los olvidados encontrados”, porque se trata de una narración intrahistórica. Es decir una obra nutrida totalmente con el material más vivo que compone los recuerdos, y que es historia “más acá de la historia”. NO la historia que le importa a la ciencia histórica, sino la historia íntima y quizá anónima que integra los trabajos y los días de las ciudades y los pueblos, que siempre le ha importado a la novela de todos los tiempos.

“Los olvidos encontrados” tienen como su espacio narrativo propio  de las ciudades del norte peruano como Chiclayo, Talara, Piura, etc. y la vida que las habita en ese pasado nunca muerto que es el presente de la novela. No obstante lo cual, sus personajes y las múltiples historias que conforman este texto caminan libremente entre una ciudad y otra e incluso, como las personas y el propio autor, entre  Perú y Ecuador. 

Otros personajes, como Velasco Alvarado, por supuesto, abarcan el espacio de la nación peruana entera.
Leyendo la novela de Juan Félix Cortés he saboreado páginas del mejor Vargas Llosa de la Casa Verde; porque Juan Félix Cortés es poseedor de un estilo sobrio, contenido, maduro, a la medida de los hechos y los personajes. Quiero decir crean una realidad que rivaliza con la realidad histórica en superioridad de condiciones.

Hay un interlocutor distante, tío Alonso, con el cual el narrador se comunica, un tanto en la lejanía, y con el que empieza y termina la narración, aludiendo a una cierta circularidad formal, que diseña notables novelas contemporáneas como El otoño del Patriarca y Pantaleón y las visitadoras.

“Los olvidos encontrados” recurre también a una abrumadora cantidad de informantes (en el sentido de las unidades del análisis estructural) espacio-temporales, como ciudades, calles, nombres históricos y fechas, los cuales crean con vitalidad poderosa la ilusión de la realidad que es condición básica de una novela lograda.

A este éxito contribuye, sin duda, el hecho de que el discurso narrativo coloca las categorías narrativas narrativo-descriptivo dialógicas en un mismo nivel de escritura con sabiduría y naturalidad, recurso que inventa una luz de “verdad” para cada una de las secuencias  narradas. Así que tanto por el lenguaje que es un hallazgo de  madurez y talento narrativos, como la objetividad con que lo utiliza, esta novela es un trabajo llamado a  perdurar, y anticipa otras novelas más densas aún.

El narrador es una voz o multitud de voces marcadas por un signo positivo y progresista, de ata voluntad crítica y de notable maleabilidad técnica, que le permite narrar lo cotidiano, lo amoroso, lo costumbrista, lo geográfico, lo histórico y lo político, sin estridencias de especie alguna.


Por fin, puedo decir que Juan Félix Cortés es un narrador muy bien dotado, sin embargo, me parece, que la amplitud del tiempo o espacio de la narración, o sea el tiempo o espacio total de la narración, o sea el tiempo o espacio total de las historias, es demasiado extenso, un problema que le impide conceder más intensidad dramática y argumental al texto. Lo digo, sobre manera, por la hermosa historia de Efigenio y Ana María, cuya belleza me ha hecho extrañar que a las demás no les hubiera dedicado la continuidad y densidad estructural que la mano maestra del autor le ha dado a ella. 

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