sábado, 18 de noviembre de 2017

LIMPIEZA PÚBLICA, TAREA DE TODOS

Por: Nicanor Becerra Castañeda

Vivir en una ciudad limpia, ordenada, sin ruidos molestos y con áreas verdes bien cuidadas,  es de crucial importancia porque  aportan a la calidad de vida de los vecinos, es decir  a su salud física, mental y espiritual. De los mencionados, la limpieza pública, el recojo de basura y su tratamiento final es el más sensible (o insensible) a la población y la que más se exige a la institución municipal, encargada por ley a atender estos servicios, y a la que muy poco retribuimos en cuanto a mantener la ciudad limpia o pagar los arbitrios por este servicio.

La Ley N° 27972, Ley Orgánica de Municipalidades,  en su art. 80° establece  como funciones de las municipalidades en cuanto al servicio de limpieza pública:  administrar y reglamentar  el servicio de limpieza pública y tratamiento de residuos sólidos; determinar  las áreas de acumulación de deshechos, rellenos sanitarios y el aprovechamiento industrial de desperdicios; regular y controlar el aseo, higiene y salubridad en los establecimientos comerciales, industriales, viviendas, escuelas, piscinas, playas y otros lugares públicos locales; instalar y mantener servicios higiénicos y baños de uso público, y difundir programas de saneamiento ambiental.

Las funciones  señaladas son poco atendidas por la mayoría de  municipalidades que no destinan dinero para dotar de vehículos, equipos, material de limpieza, capacitación al personal de limpieza y otros recursos  que garanticen un eficiente y oportuno recojo de basura, barrido de calles, tratamiento  y disposición final de los deshechos.  Las municipalidades, con excepciones, desconocen los volúmenes  de basura que recogen a diario; sus vehículos  (volquetes, compactadoras) son insuficientes o están en mal estado; el personal no tiene uniformes, protectores y equipos de limpieza adecuados, y menos  reciben capacitación y/o incentivos para mejorar su productividad. Y ni hablar de permanentes controles médicos.

Existen otras carencias que vale la pena mencionar como son la falta de papeleras en  áreas públicas como plazuelas y parques, y si las hay son insuficientes o están en mal estado; no existen recolectores en puntos críticos de la ciudad donde se forman montículos de basura. Las municipalidades  no desarrollan programas de educación ciudadana orientado a formar y/o consolidar una cultura de limpieza y cuidado del medio ambiente, pese a los miles de soles que se gasta en publicidad, para solo difundir obras  con nombre propio de alcaldes “constructores”.

El problema no termina con el mea culpa municipal; mucho del status quo existente, del desaseo de la ciudad, de arrojar basura en la vía pública, de no respetar  horarios del camión recolector, es por la irresponsabilidad de los vecinos, con actitudes y conductas que lamentablemente son pasadas a las nuevas generaciones. El problema de la limpieza pública y sus actividades conexas no es  sólo responsabilidad municipal; lo es también de los propios vecinos, en su mayoría acostumbrados (o mal acostumbrados) a eximirse de culpa por tener una ciudad sucia y maloliente, y en latente peligro de ser afectados por alguna epidemia.

La formación  o deformación de una cultura del aseo y respeto al medio ambiente pasa por la crianza en casa y el refuerzo en la institución educativa; pasa  por fortalecer valores como el respeto a la vida y el medio ambiente, la higiene como forma de vida, el cuidado del medio ambiente como misión personal y colectiva. En buena cuenta,  una ciudad limpia  y ordenada es tarea de todos y   exige acciones concertadas  entre  municipalidades,  instituciones educativas (escuelas, institutos, universidades),  la empresa privada, otras instituciones y demás organizaciones de la sociedad civil,  cada cual en su competencia, pero concertando acciones para dar soluciones integrales y sostenibles, en bien de los vecinos y su calidad de vida.

En los fueros municipales,  la atención de  la problemática de la limpieza pública y sus efectos en la población exige que la institución municipal  invierta recursos para modernizar el sistema de recojo y disposición final de la basura, adquiriendo unidades de mayor capacidad (volquetes, compactadoras), equipos,  material de limpieza, uniformes para los trabajadores, papeleras; iniciar y/o ampliar  proyectos de reciclaje de la basura; mejorar y/o construir  nuevos  rellenos sanitarios; así mismo   desarrollar programas para formar una cultura de limpieza y cuidado del medio ambiente.

Las instituciones y organizaciones deben también asumir  su cuota de participación; en las instituciones educativas  se deben promover actividades  que consoliden valores y hábitos de limpieza y cuidado del medio ambiente, mediante  concursos  literarios sobre la temática, concursos del aula más limpia,  jornadas de limpieza del patrimonio cultural y natural, entre otras estimulando la creatividad de docentes, alumnos y padres de familia.

En cuanto a los vecinos también debemos  hacer lo nuestro cambiando actitudes y conductas que contribuyan a mejorar  la limpieza pública y colaborar con el servicio que brinda la municipalidad, por ejemplo, no arrojando basura por calles, parques y plazuelas, sacando la basura doméstica en el horario fijado por la municipalidad y/o  evitando  formar montículos de basura en la vía pública. Incorporemos a nuestro diario vivir una frase fuerza y práctica cotidiana: LA LIMPIEZA PÚBLICA ES TAREA DE TODOS.