"Después de mucha oración y meditación, he decidido suspender mi campaña presidencial", dijo hace unos días Herman Cain, el empresario de las pizzerías "Godfather" que aspiraba hasta ese momento a ser el candidato republicano que le hará frente a Barack Obama en la lisa por conducir la nación más poderosa del mundo.
Esto resulta extraño porque el rey de las pizzas aseveraba antes que el mismo Dios luego de mucho insistir había terminado convenciéndolo a postular.
La porfía del dulce maestro de Galilea nos parecía incongruente con la propuesta de Cain para suprimir el ingreso de trabajadores indocumentados al país. La mejor solución al problema migratorio, según él, era levantar una valla electrificada y potencialmente letal en la frontera con México.
Por supuesto que el evangelio de Cristo tampoco guarda coherencia con los postulados de los otros aspirantes republicanos. Uno tras de otro desfilan frente a la TV proclamando que Estados Unidos debe continuar en la guerra.
Ninguno de ellos, además, ha sido capaz de denunciar el pecado de avaricia de los bancos y las corporaciones capitalistas que en su afán de enriquecerse sin medida, han empujado al mundo a la más pavorosa crisis económica de los últimos cien años. Ninguno de ellos tampoco ha mostrado compasión cristiana por los sufrimientos que soportan los que perdieron sus casas, ni mucho menos por la angustia de los trabajadores desocupados y de sus familias.
El hombre que probablemente proveía de pizzas al Señor tuvo que renunciar a la candidatura debido a algunas sospechas sobre su vida íntima. Primero, fueron cuatro mujeres las que lo acusaron de haberlas acosado sexualmente.
Después de ellas, Ginger White, una empresaria de Atlanta, reveló que había mantenido un romance con Cain durante 13 años. Los registros telefónicos, con apasionadas llamadas de madrugada, evidenciaban una relación más que estrecha.
Cain, por su parte, aceptó que White era amiga suya, pero negó que hubiera tenido con ella una relación sexual. Quizás la llamaba tan sólo para leerle la biblia.
Lectores de diversos países me piden que comente la razón por la cual los votantes de una de las naciones más adelantadas del planeta pueden escuchar -sin reírse- los alegatos de un grupo de políticos que en cualquier otro país del mundo serían tildados de mentecatos. Hablan con Dios, portan una biblia en una mano y con la otra aferran a su esposa para demostrar una moral intachable. ¿Qué tiene que ver todo eso con la eventual conducción de la Casa Blanca ?
Se me ocurren varias explicaciones. La primera tiene que ver con el origen histórico de esta nación. Recordemos que fue fundada por puritanos que huían de la persecución inglesa y que, congregados en comunidades autónomas, trataron de formar sociedades perfectas en torno de algunas iglesias y pastores.
Estas pequeñas teocracias han sobrevivido de alguna forma al impulso moderno y democratizador. Hay gente que todavía discute por ejemplo la verdadera naturaleza del principio constitucional de la separación entre la Iglesia y el Estado. Según los evangélicos fundamentalistas, ese resguardo legal no sirve para amparar al Estado sino para evitar que el Estado se entrometa en la vida de la iglesia.
De otro lado, a lo largo de su aventura histórica y en su búsqueda de la identidad nacional, dos ideas-fuerza han conformado lo que podría ser una ideología norteamericana: la noción de la excepcionalidad y la del Destino Manifiesto. Según aquellas, los Estados Unidos deben marchar a ocupar el lugar de preponderancia que les corresponde en el planeta. Primero, fue el Lejano Oeste; después, México y por fin el resto del continente.
Se trata de una repetición de la bíblica "Tierra Prometida". Según John Judis, para la que se autoconsidera Nación Elegida, siempre habrá salvajes que civilizar, antiguos que modernizar, oprimidos que liberar y un mundo imperfecto que mejorar. Estos conceptos han sido repetidos en el debate por Mitt Romney al explicar la razón por la cual los soldados "americanos" deberían continuar en tierras tan lejanas y diferentes de las suyas.
Al final de todo, hay por supuesto, el pavoroso problema de una educación -individualista, incompleta, especializada- que forma, en vez de un ciudadano, un consumidor feliz y acrìtico de los bienes que le proporciona el capitalismo Sus limitaciones se advierten cuando sabemos que sólo la tercera parte de la población se ha enterado de la teoría de la evolución. Su apatía se nota en el hecho de que la edad promedio del votante es 57 años.
Tal vez el gran modelo de los candidatos republicanos y el hombre que ellos quisieran ser es George Bush. El genocidio bestial perpetrado por el fundamentalista Osama Bin Laden le sirvió de pretexto para desatar una interminable guerra contra las Fuerzas del Mal.. Sin embargo, cuando todavía era candidato, un periodista le preguntó si sabía quiénes eran los talibanes... El entonces futuro líder del mundo respondió que eran un grupo musical de rock.
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